Alergias

Entendemos por alergia un tipo de  reacción del organismo por la que éste reacciona frente a distintas sustancias externas, creando defensas con las que intenta eliminarlas. Hasta aquí todo parece normal y adecuado para la supervivencia: frente una agresión externa, una respuesta inmunitaria, como sucede en el caso de la infecciones por bacterias, virus, parásitos…

¿Cuál es el problema?

Éste empieza si consideramos que las sustancias, a las que llamamos alérgenos,  frente a las que el cuerpo crea defensas son habitualmente inocuas para él (caspa de animales, partículas de ácaros muertos, pólenes o esporas de hongos que flotan en el ambiente…) y, en ocasiones, forman parte de elementos necesarios: alimentos o medicamentos. Existen otros alérgenos en sustancias que no entrarían a formar parte de los grupos anteriores. Es el caso del veneno de los himenópteros (abejas y avispas), que en condiciones normales produce una irritación localizada en el punto de la picadura, o distintas sustancias químicas que alcanzan el cuerpo por vía respiratoria o cutánea, produciendo reacciones a nivel pulmonar o en la piel.

Las manifestaciones que se producen cuando se establece el contacto entre el alérgeno y las defensas que intentan detenerlo dependen de la vía de contacto: así, en la nariz se produce la inflamación a la que conocemos como rinitis (en este caso alérgica, aunque existen otras causas, como la infecciosa, típica de los constipados, por ejemplo), con mucosidad acuosa, estornudos repetitivos, picor, taponamiento;  en el ojo se desencadena la conjuntivitis, con picor, enrojecimiento y lagrimeo; en el pulmón, se produce el asma una inflamación del bronquio, con obstrucción más o menos severa, pasajera, que conlleva fatiga, tos, pitos y opresión en el pecho. Las tres previas son manifestaciones producidas por alérgenos capaces de viajar por el aire, como los pólenes, las partículas de ácaros, las esporas de los hongos de la humedad, la caspa o pelos de animales, y también por sustancias químicas volátiles.

Si el contacto se produce por vía digestiva, como con alimentos o medicamentos orales, aparece, según la intensidad de la reacción alérgica, picor bucal, enrojecimiento alrededor de la boca, dificultad para tragar, urticaria, fatiga, dolor abdominal, vómitos, diarrea, hasta colapso si la reacción  es muy severa.

Además de la vía oral, los medicamentos también se pueden administrar vía intramuscular o intravenosa. En estos casos la reacción puede ser mucho más rápida e intensa. Puede aparecer desde urticaria, la manifestación más leve, hasta alteración respiratoria y cardiovascular, hablándose entonces de reacción anafiláctica, con afección de varios órganos, de gravedad muy variable.

Las picaduras de himenópteros (avispas y abejas, sobre todo) producen reacción alérgica en pacientes sensibilizados,  que, en ocasiones son muy graves.

La alergia cutánea de contacto se suele producir por cremas, pomadas, lociones, maquillajes, tejidos, metales (la producida por el níquel que contienen hebillas, botones metálicos, bisutería … , es muy frecuente), y se manifiesta por dermatitis o eccema,  con enrojecimiento, vesículas, costras, y picor.

El diagnóstico de la enfermedad lo establece el médico Alergólogo, después de realizar la historia del proceso y las pruebas cutáneas, técnicas de imagen, valoración respiratoria, análisis, que sean precisos.

El tratamiento de un problema alérgico empieza por intentar evitar el alérgeno causante. Esto,  que es relativamente  fácil  con alimentos y fármacos, se complica con los alérgenos vehiculizados por el aire (pólenes, ácaros, epitelios de animales, hongos…).

Se pueden tomar ciertas medidas de evitación: así, los alérgicos a los ácaros del polvo deberán aumentar la  limpieza en casa, evitar humedades y objetos que acumulen polvo, así como los colchones de muelles, que acumulan mayor cantidad de ácaros.

Los alérgicos a cualquier animal deben evitar tener éste y, en general, cualquier otro de pelo o plumas.

Los alérgicos a pólenes evitarán,  en la época de mayor polinización de la especie a la que son alérgicos, salir a la calle, al campo o la montaña, en particular si hace viento y en determinadas horas del día; no deben  tender la ropa en exteriores, ya que puede adherir partículas de polen durante el secado, ni dejar ventanas ni ventanillas abiertas. Aunque primavera y verano son las estaciones donde mayor número de especies poliniza (gramíneas, olivos, plataneras, malezas como la parietaria), existe polen en el ambiente en otoño (malezas, gramíneas) y en invierno (ciprés).

Los alérgico a veneno de avispa o abeja deben evitar, lógicamente, su contacto. Además, no deben ir a zonas donde pueda haber himenópteros o, al menos, evitar colores chillones  u olores atractivos (perfumes), ni comer en exteriores.

La alergia de contacto se trata con evitación de la sustancia. Si aparece eccema, se suele recurrir al empleo de corticoides, tópicos habitualmente.

Cuando aparecen los síntomas hay que recurrir a medicación: antihistamínicos, en comprimidos o de aplicación ocular o nasal, y corticoides nasales son los más empleados en la rinoconjuntivitis. En el asma se utilizan los inhaladores broncodilatadores rápidos para la crisis aguda y los inhaladores con  corticoides y/o broncodilatadores de larga duración  en el mantenimiento de la enfermedad. Existen otros medicamentos de empleo oral para el control del asma: antileucotrienos, teofilinas, corticoides orales, según la evolución y gravedad del proceso. Es conveniente que un médico supervise tanto el estado del paciente como la medicación a administrar.


El tercer puntal del tratamiento/prevención de la enfermedad alérgica es la inmunoterapia, administración repetitiva (semanal en la fase de inicio, mensual en el mantenimiento) del/los alérgeno/s responsable/s de la enfermedad, durante períodos variables entre 3 y 5 años. Existe para la alergia a himenópteros y para la rinoconjuntivitis y el asma alérgica a ácaros, epitelios, hongos y pólenes. Muy eficaz en el primer caso, consigue en los dos últimos una mejoría notable que permite al paciente estar sin, o con pocos, síntomas y poder reducir el empleo de medicación.

 

Dr. Roberto Ferraro García

Alergólogo – SERMESA

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